miércoles, 14 de septiembre de 2011

Proyecto FI: Fundamento


Ad experimentum

Lima, Septiembre 2008


CONTENIDO

INTRODUCCIÓN.

A MODO DE FUNDAMENTO:
La Mujer Creyente Consagrada a los Sagrados Corazones
En la Iglesia de Latinoamérica:
1. La opción por los pobres y la inserción
2. La Inculturación
3. Historia de la vida – historia de salvación
4. María y la mujer
5. La fraternidad ss.cc.
6. La formación pastoral

EL PROCESO DE FORMACIÓN INICIAL:
Aspectos Generales:  
1. La Formación como dinámica de Conversión.
2. Un proceso gradual.
3. Un camino acompañado.
4. Las dimensiones del crecimiento
5. Contenidos y pistas pedagógicas.

I. UNA ETAPA PREVIA… EL DISCERNIMIENTO VOCACIONAL.
CRITERIOS DE ADMISIÓN AL PRENOVICIADO.
II. PRENOVICIADO:
Dimensión Personal
Dimensión Espiritual
Dimensión Comunitaria
Dimensión Misionera
Dimensión Carisma SS.CC.
CRITERIOS DE ADMISIÓN AL NOVICIADO.
III. NOVICIADO:
Dimensión Personal
Dimensión Espiritual
Dimensión Comunitaria
Dimensión Misionera
Dimensión del Carisma ss.cc.
CRITERIOS DE ADMISIÓN A LA PROFESIÓN TEMPORAL.
IV. ETAPA DE VOTOS TEMPORALES:
Dimensión Personal
Dimensión Espiritual
Dimensión Comunitaria
Dimensión Misionera
Dimensión del Carisma ss.cc.
RENOVACIÓN DE LOS VOTOS.
PETICIÓN DE LOS VOTOS PERPETUOS.
PREPARACIÓN A LA PROFESIÓN PERPETUA.


INTRODUCCIÓN

            El Proyecto de Formación Inicial que presentamos, responde a una petición insistente hecha por las Asambleas de la Conferencia desde hace varios años. El objetivo es tener un documento que unifique los procesos formativos de las diferentes Provincias, los potencie gracias a las aportaciones y experiencia del conjunto de formadoras, y asegure una mejor secuencia entre las distintas etapas. Se quiere con ello, facilitar la dinámica de intercambios, y los proyectos de colaboración e interdependencia que tiene actualmente nuestra Conferencia.

            El documento es el fruto de muchos años de acercamiento entre las formadoras de América latina, y de búsqueda en común. Ya en el año 1999, cuando se realizaba el III Encuentro Latinoamericano de Formadoras SS.CC., en Medellín, mientras estudiábamos las Orientaciones para la Formación Inicial que el Gobierno General presentaría al Capítulo General del año siguiente, se estaban echando las bases para tener Planes Comunes, con acentuaciones y opciones propias a nuestra realidad de Conferencia. El Encuentro siguiente (Malloco’2004), los consideró expresamente, cuando trabajamos los elementos para un Itinerario formativo que consideraba  todas las etapas. La Comisión de Formación Inicial de la Conferencia presentó una Propuesta de Plan de Formación Inicial – Etapa Prenoviciado, a la Asamblea de la Conferencia de Brasil’ 2005, y en Mayo del 2007, el V° Encuentro de Formadoras reunido en Santiago, terminó de plantear los temas para el documento, y le encomendó a una comisión su redacción definitiva.

El documento es, por lo tanto, el resultado de un trabajo largo, hecho en varias etapas, y en el que han participado muchas formadoras de la Conferencia. La manera como se fue realizando garantiza que el resultado final es fruto de búsquedas en común, y recoge experiencias variadas de la realidad que vivimos en el día a día acompañando la formación de las jóvenes, en nuestras Provincias de América latina.

El Proyecto no pretende ni suprimir ni reemplazar las Orientaciones para el Discernimiento Vocacional y la Formación Inicial que aprobó el Capítulo General del año 2000, para toda la Congregación. Muy por el contrario, estando éstas vigentes, se han considerado válidas y actuales, y están a la base de este trabajo. El querer precisar algunos aspectos, adaptarlos mejor a nuestra realidad más propia y, a veces, poner algún acento particular, no hace sino resaltar la amplitud y la validez que ellas tienen.

El documento que presentamos es un instrumento que dejamos en manos de las formadoras de la Conferencia para que junto con las Orientaciones Generales de la Congregación, se evalúen, se organicen y se programen las etapas de la Formación Inicial, en las Provincias. Creemos que ello es un aporte a la comunión, y que favorecerá la colaboración y la interdependencia como la vivimos actualmente. El anhelo profundo, como se ha ido expresando en todas las instancias interprovinciales, es mejorar la calidad de nuestra Formación Inicial, y lograr a través de lineamientos comunes, que la internacionalidad y la interculturalidad, que vivimos cada vez con más fuerza entre nosotras, no sean un problema o una dificultad insalvable, sino un desafío que podemos transformar en la mayor riqueza de nuestra Conferencia.

La Comisión


A modo de FUNDAMENTO 
 
La Mujer Creyente Consagrada a los Sagrados Corazones

            El Capítulo General del año 94 ofreció a las hermanas de la congregación un Perfil de la mujer religiosa Sagrados Corazones que se elaboró con la reflexión y el aporte de todas. Casi quince años después, creemos que aún nos ayuda para fijar la mirada, cuando estamos pensando en la formación inicial, porque de allí surgen requisitos, características y exigencias que hay que tener en cuenta, durante el proceso de crecimiento de una mujer que se está preparando para pertenecer a nuestra familia religiosa.

En el año 2004, el IV Encuentro de Formadoras ss.cc. de A.L. retomó ese perfil, con el objeto de buscar acuerdos para la Formación Inicial, unificar el lenguaje y determinar criterios comunes. En esa oportunidad, se trabajó en tres pasos intentando explicitarlo, en función de ir formulando Planes de Formación para las Provincias y comunidades de América Latina.

Entonces, se elaboró:
-  Una caracterización de la mujer creyente
-  Que está consagrada por los votos religiosos
-  En la Congregación de los Sagrados Corazones
           
            Somos conscientes de los riesgos y las limitaciones que tiene todo "perfil", a la hora de confrontarlo con la realidad concreta de cualquier persona. Él marca un "ideal" que difícilmente podemos alcanzar. Nos orienta, sin embargo, porque nos señala una dirección y una meta. En este caso, nos dice hacia dónde apuntar con la formación y nos ayuda a formular los objetivos del crecimiento personal y religioso para las mujeres que se están formando en nuestra Congregación. Por ello hemos creído conveniente fundamentar este Proyecto con ese trabajo anterior. Allí tenemos el modelo de mujer consagrada que queremos formar en nuestra congregación.

Una Mujer Creyente es una mujer que habiendo tenido una experiencia de encuentro con Jesucristo como el Señor de la Vida, ha optado por seguirlo en la comunidad de los creyentes. Ella hace la opción de vivir al estilo de Jesús desde su realidad personal, familiar y social. Asume y vive su propia capacidad creadora y generadora de vida con alegría y disponibilidad, y se apronta a caminar en actitud abierta y comprometida tras las huellas del Maestro.

Es una mujer que, de acuerdo con su edad y madurez psicológica, ha iniciado un camino de autoconocimiento, aceptación y valoración de sí misma. Descubre su historia como el lugar del encuentro con el Señor y va asumiendo sus limitaciones y debilidades, acogiendo sus valores y fortalezas, y desarrollando sus potencialidades, en un camino progresivo de maduración y crecimiento humano.

Agente de su propio crecimiento, va integrando todas las dimensiones de la vida –psicológica, afectiva, religiosa, social, etc. –, con libertad, autonomía y responsabilidad. Desarrolla relaciones interpersonales abiertas y crecedoras, marcadas por el diálogo y la interdependencia. Es capaz de compartir con todo tipo de personas, y está abierta a las diferencias de cultura, edad, sexo e ideología. Se esfuerza en aprender a enfrentar conflictos, acoger críticas, trabajar en equipo, y hacerle frente a las situaciones que le son adversas.

Vive y celebra su fe en la comunidad cristiana alimentando su experiencia de Dios y su sentido eclesial. Comparte la tarea misionera de la Iglesia, con acciones solidarias concretas que expresan su capacidad crítica ante la realidad, su compromiso social con los más pobres, y su experiencia personal del amor de Dios que transmite a los demás.

Consagrada, mediante los votos religiosos, ha escuchado el llamado del Señor a seguirlo en una familia religiosa, y en castidad, pobreza y obediencia se ha comprometido con el estilo de vida de esa comunidad y con su misión para el servicio del Reino.

Su referencia constante es Jesucristo y su Proyecto, para lo cual alimenta permanentemente su vida espiritual y su oración con la Palabra de Dios y la Eucaristía, y en espíritu de discernimiento se mantiene abierta a una continua conversión.

Vive en una comunidad fraterna en la que comparte su fe, sus sueños y su compromiso cristiano. Desde su opción por el celibato está abierta a las relaciones humanas libres y liberadoras, vive la pobreza evangélica en austeridad, comunidad de bienes y solidaridad con los pobres, y está disponible a la voluntad de Dios mediante la obediencia religiosa.        

Sensible a la presencia de Dios en la historia, se consagra a la tarea del Reino. Se involucra en la vida de la comunidad creyente, participa de la liturgia de la Iglesia, y siendo consciente y crítica ante la realidad social, política y cultural en que vive, expresa su compromiso con acciones concretas a favor de la Vida, la Justicia y la Paz.

Con identidad Sagrados Corazones, su pertenencia a la Congregación donde se consagró a Dios, es clara y contagiosa. Integra en su vida los valores del carisma y las dimensiones de la espiritualidad ss.cc., y se siente corresponsable con la Misión de la Congregación.

Tiene una fuerte experiencia espiritual en su vida que la lleva a contemplar, vivir y anunciar el amor misericordioso de Dios, que reconoce como el único capaz de liberar, redimir y reconciliar al mundo.

Vive su consagración dinamizada por la Eucaristía y la adoración eucarística y reparadora –que asume diariamente como un ministerio–, y encuentra allí la fuente de su entrega y de su fecundidad apostólica, en favor del pueblo que sufre. Busca hacer suyas las actitudes y sentimientos del Corazón de Jesús, y del de María, su madre, modelos de entrega, obediencia y docilidad al Espíritu.

Se entrega a la Misión Común de la Congregación, y en colaboración con las hermanas, los hermanos y los laicos acoge la internacionalidad y la pluralidad cultural con un corazón cada vez más universal. Está abierta a los cambios y vive en un constante proceso de formación para responder adecuadamente a los desafíos nuevos que el mundo va planteando.

En la Iglesia de Latinoamérica

            La Iglesia de Latinoamérica ha ido expresando desde hace varias décadas, lineamientos y orientaciones propias que se adaptan a la realidad de sus pueblos. Se ha mostrado especialmente sensible a la pobreza y a las injusticias sociales, a la dependencia económica de sus países, y a la precaria situación de los pueblos originarios del continente que no logran insertarse adecuadamente a la sociedad, ofreciendo el aporte propio de su cultura. Realidad que contrasta fuertemente con la profesión católica de la mayoría de su gente.

Las orientaciones de la Iglesia latinoamericana que han quedado plasmadas en los documentos de Medellín, Puebla, Santo Domingo, y ahora recientemente de Aparecida, desafían particularmente a la vida consagrada del continente. El III Encuentro de Formadoras ss.cc. de A.L. reunido en Medellín en el año 1999, haciéndose eco de esta realidad, determinó seis acentos o prioridades para la Formación Inicial de la Conferencia. Considerando que la base del trabajo de ese encuentro fueron las Orientaciones Generales para la Formación Inicial que el Capítulo General aprobaría el año siguiente, dichas acentuaciones guardan toda vigencia y siguen siendo prioritarias para nosotras.  Nos ha parecido oportuno, por lo tanto, incluirlas en esta primera parte del Proyecto como parte de la fundamentación del mismo.

1. La opción por los pobres y la inserción

            La Formación Inicial en América Latina, debe considerar el contexto socio-político, económico, cultural, y religioso de los pueblos latinoamericanos, para  hacer un aporte significativo a la evangelización del Continente. Ello implica un conocimiento crítico de la realidad, y un compromiso radical con la liberación de estos pueblos empobrecidos.
           
Debemos tener en cuenta, que la Opción por los pobres, en este Continente, mayoritariamente pobre y económicamente dependiente, implica  tomas de postura  muchas veces riesgosas y casi siempre difíciles, pero que se desprenden necesariamente de querer, como Jesús, asumir la causa de los marginados y excluidos.

            El compromiso con los pobres y oprimidos ha  “ayudado a la Iglesia a descubrir el potencial evangelizador (de ellos), en cuanto la interpelan constantemente llamándola a la conversión, y por cuanto muchos de ellos realizan en su vida los valores evangélicos de solidaridad, servicio, sencillez y disponibilidad para acoger el don de Dios” (Puebla, 1147). En este mismo sentido, los pobres constituyen un agente de formación, para nosotras, que en las etapas de la Formación Inicial debemos considerar. Vivir y compartir con ellos, será la mejor manera de prepararse para la vida de inserción, que es particularmente estimulada por la Vida Religiosa de nuestro Continente, “para ser testigos y profetas del Reino, desde la experiencia personal de pobreza y del seguimiento de Jesús pobre”  (CLAR, # 7).
           
Es necesario que durante su  formación inicial, las jóvenes, desde su experiencia de inserción en medios populares:
Descubran que el compartir con los pobres es evangelizador para ellas
Que les exige mayor austeridad de vida
Que les llama a asumir su causa de liberación.

2. La Inculturación

            Es honesto reconocer en este tiempo, que nuestra Congregación en más de un siglo y medio de presencia en América Latina, no ha logrado implantarse suficientemente en las culturas indígenas y afroamericanas, lo que le presenta desafíos inmensos al futuro de nuestra Vida Religiosa en el Continente.

Esta situación, desafía particularmente a la Formación Inicial, en un momento en que han crecido nuestra conciencia y espíritu misioneros. La inculturación de nuestra espiritualidad es una tarea pendiente, que está en manos de las jóvenes que están hoy día en nuestras casas de formación, y de las generaciones futuras. 

Es necesario que la Formación esté inculturada, en esta realidad  multiétnica y pluricultural de nuestro continente. Que considere los elementos religiosos de la cultura, (como las imágenes de Dios, y su forma de presencia en la vida, el sentido de comunidad y de solidaridad, las formas de celebraciones y las fiestas…),  para favorecer el crecimiento religioso de las jóvenes, desde su propia identidad cultural.

            La apertura a las diferentes culturas, hace posible el vivir en comunidades internacionales, y favorece el desarrollo del espíritu de Internacionalidad, propio de nuestra Congregación, y que nos exige una mirada de Iglesia más universal y misionera.

Es necesario que durante su formación inicial, las jóvenes:
Asuman su procedencia con gozo y agradecimiento a Dios
Adquieran la conciencia crítica necesaria para reconocer las Semillas del Verbo que tiene cada cultura, como también lo que hay de pecado y que es necesario evangelizar
Desarrollen la sensibilidad misionera, hacia los grupos culturales más desprotegidos. 

3. Historia de la vida – historia de salvación

            Reconociendo que los jóvenes, son “la población más directamente golpeada por los diferentes dramas que atraviesan nuestros países: pobreza, desempleo, violencia, droga, consumismo, migración, desintegración familiar…” (CLAR,  # 11),  tenemos que tomar conciencia, de que las jóvenes que llegan a nuestras casas de formación, muchas veces, traen heridas que es necesario sanar, antes de su consagración definitiva en la Vida Religiosa.
           
El ayudarlas a que se liberen de todo condicionamiento, hace posible su opción libre. Para ello es necesario privilegiar en su formación personal, la lectura creyente de la propia vida, para descubrir en ella el paso de Dios.
           
            Esta mirada de su realidad personal, en actitud orante, acompañada de su formadora, y a veces, con algún acompañamiento más especializado, le permitirá descubrir su historia como Historia de Salvación, reconocer la acción liberadora de Dios, y acoger su amor misericordioso.

Es necesario que durante su formación inicial, las jóvenes:
Acojan los distintos medios que se le ofrecen para sanar sus heridas y reconciliarse con su vida
Descubran al Dios liberador desde su propia experiencia de liberación interior.
             
4. María y la mujer

            Nuestros pueblos latinoamericanos son especialmente marianos. María es la gran intercesora, como en Caná de Galilea, Madre, siempre atenta a las necesidades de sus hijos.  “Ella ha representado un papel muy importante en la evangelización de las mujeres latinoamericanas y ha hecho de ellas evangelizadoras eficaces… Continuamente les inspira fortaleza para dar la vida,… encontrar alternativas cuando los caminos se cierran, como compañera activa, libre y animadora de la sociedad” (Santo Domingo, 104). En la formación de nuestras jóvenes, María debe estar, con  su “presencia femenina que crea el ambiente familiar, la voluntad de acogida, el amor y el respeto por la vida” (Puebla, 291).   

            “Las aspiraciones de liberación de nuestros pueblos incorporan la promoción humana de la mujer como auténtico signo de los tiempos, que se fortalece en la concepción bíblica del señorío del hombre creado varón y mujer” (Puebla, 847). Tenemos que favorecer en nuestras jóvenes, el fortalecimiento de su rol como mujeres en la Iglesia y la sociedad, y despertar en ellas la conciencia y necesidad de que las mujeres recuperen el lugar que les cabe en la Iglesia y el mundo, convencidas de que “en una sociedad donde la mujer tenga lugar, se generarán sin duda, relaciones sociales fundamentalmente diferentes de las actuales” (CLAR # 22).

Es necesario que durante su formación inicial, las jóvenes conozcan y participen en grupos que promueven la dignidad de la mujer:
Hagan una lectura de la Palabra de Dios, desde la perspectiva femenina, y relean desde esta misma óptica, la teología, la pastoral, y la moral…(CLAR # 21)
Descubran en María, la madre que cuida que sus hijos tengan vida abundante y lleguen a la madurez de la plenitud de Cristo (Puebla, 288).

5. La fraternidad ss.cc.

            La vida comunitaria, tan propia de nuestro espíritu de Familia, es una presencia significativa en medio de tanta violencia intra-familiar que hay en nuestro entorno. Nuestras comunidades fraternas, abiertas y acogedoras, deben testimoniar la gratuidad del amor que es expresión de la presencia de Dios en ellas.
           
Tarea importante, en nuestro Continente “es una  formación permanente de varones y mujeres en el sentido de la creación de una sociedad de iguales, por la superación de prejuicios y la construcción de relaciones mutuas respetuosas de la diferencia” (CLAR, # 97). Nuestra Congregación de hermanas y hermanos, tiene aquí un aporte propio y específico, que se debe promover desde la formación inicial, buscando acercamientos y trabajos conjuntos entre hermanas y hermanos, como un testimonio profético contra el sexismo, el machismo, el patriarcado y cualquier forma de opresión a la mujer.

Es necesario que durante su formación inicial, las jóvenes:
Tomen conciencia del carácter evangelizador que tiene la vida fraterna
Logren crear fraternidades abiertas y acogedoras hacia la gente que les rodea
Asuman la fraternidad con los hermanos, como un don y una tarea que debemos desarrollar.

6. La formación pastoral

            La Misión propia de la Congregación le exige a la formación Inicial una acuciosa formación pastoral de las jóvenes. Es deseable su participación en Comunidades Eclesiales, insertas en la Iglesia local, con el acompañamiento de su formadora y de alguna hermana o hermano, con experiencia pastoral.
           
En sus actividades apostólicas las jóvenes tendrán que ir valorando la diversidad de vocaciones que en la Iglesia se complementan, y aprendiendo a trabajar en equipo con los laicos, los hermanos, y con otros religiosos y sacerdotes, en función de la tarea del Reino.

Es necesario que durante su formación inicial, las jóvenes:
Asuman sus actividades pastorales como parte de su formación
Participen  en distintas experiencias apostólicas,
Adquieran la capacidad de trabajar en equipo.
Realicen cursos y/o talleres de pastoral que las capacite en diversas áreas


 _____________________________________________________
Puebla: III Conferencia General del Episcopado latinoamericano y del Caribe, 1979
Santo Domingo: IV Conferencia General del Episcopado latinoamericano y del Caribe, 1992
CLAR: Conferencia Latinoamericana de Religiosos, XIII Asamblea General, Lima-Perú, 1992




PROCESO DE FORMACIÓN INICIAL

Aspectos Generales
             
1. La Formación como dinámica de Conversión.
           
La Formación Inicial en la Vida Religiosa es un camino de crecimiento integral que va preparando a la persona para “la total consagración de sí misma a Dios en el seguimiento de Cristo, al servicio de la misión”[1]. Ello comprende todos los ámbitos de la vida, de manera que la persona en formación pueda ir adquiriendo las actitudes, conductas y contenidos que la vayan transformando, (configurando) en una persona capaz de acoger la voluntad de Dios, que la llamó a este estilo de vida.
           
En ese sentido la Formación a la vida religiosa se parece más a la conversión que a la búsqueda de la autorrealización, como podría ser cualquier formación profesional, y requiere de la docilidad al Espíritu que va modelando por dentro a las personas. Además supone la libertad ya que la conversión es una cuestión del corazón que no se puede obligar ni siquiera en función de los mejores comportamientos. El método formativo tendrá que ser el de la libertad, para alcanzar la persona libre que se pretende.

2. Un proceso gradual.
           
La Formación Inicial es un proceso y como tal tiene etapas progresivas, que en la Congregación son formalmente tres: pre-noviciado, noviciado y etapa de votos temporales[2]. Cada una de ellas tiene sus objetivos propios, y características que la distinguen de las demás, pero es sumamente importante que entre ellas haya coherencia y continuidad.
             
Podemos hablar de coherencia cuando el modelo formativo, esto es el conjunto de objetivos y medios para alcanzarlos, sean claros y consistentes. Cuando el modelo teológico y antropológico de referencia es el mismo para todas las etapas, y está definido en términos precisos. Y cuando los medios son verdaderos apoyos pedagógicos para alcanzar los objetivos.
           
Hablamos de continuidad cuando está asegurada la gradualidad al interior de cada etapa y entre ellas, de modo que cada persona en formación va avanzando paulatinamente hacia la madurez humana y religiosa, porque los objetivos están dispuestos en un orden lógico y progresivo.

3. Un camino acompañado.
           
Este camino se realiza con el acompañamiento de la formadora y de la comunidad religiosa que son las referencias irremplazables para que la persona en formación vaya haciendo el discernimiento de su vocación, profundizando su vida de fe, y desarrollando y verificando sus capacidades para responder a la vocación religiosa. 
           
El acompañamiento personal es una herramienta fundamental en la formación a la vida religiosa y por eso cada una de las etapas tiene hermanas capacitadas y disponibles para realizar este servicio.
           
La presencia de la formadora y su encuentro periódico con las personas en formación, y la entrevista personal como medio para el acompañamiento personalizado, son condiciones necesarias que deben estar aseguradas para cada una de las etapas del proceso.
           
La comunidad es el lugar privilegiado de la formación (VC 67). Las hermanas se ayudan unas a otras en el conocimiento de sí mismas, en el reconocimiento de sus egoísmos e inmadureces, y en el descubrimiento y desarrollo de sus talentos. La comunidad acompaña porque confronta, anima y corrige. Además, allí se refleja vivencialmente el carisma de los fundadores, y el estilo de vida religiosa que las personas en formación irán haciendo suyo paulatinamente.
 
 4. Dimensiones del crecimiento       

Consideramos en este proyecto 5 dimensiones o áreas de crecimiento: personal, espiritual, comunitario, misionero y sagrados-corazones[3]. Entendemos, como es lógico, que la persona es un todo y que las áreas de su desarrollo se entrecruzan e interrelacionan. Distinguirlas y separarlas es una ayuda más bien pedagógica que estructura el proyecto de formación, sus objetivos y sus medios. Pero no debemos olvidar que la madurez de la persona está relacionada directamente con su capacidad para ir integrando las diversas áreas del desarrollo y todos los aspectos de su personalidad. 

Dimensión personal.- Tiene que ver con la madurez humana, que empieza con el conocimiento de sí misma, el desarrollo de sus potencialidades, y la capacidad para asumir su propia vida con autonomía y libertad.

Dimensión espiritual.- Es la experiencia de Dios que permite descubrirlo actuando en la realidad concreta, y desarrollar con Él una relación interpersonal que lleva a vivir en actitud de búsqueda y conversión permanente.

Dimensión comunitaria.- Es capacidad de vivir en comunidad, adaptándose a los requerimientos de la vida fraterna y manteniendo relaciones personales maduras y enriquecedoras. 

Dimensión misionera.- Es la capacidad de salir de uno mismo para entregarse a los demás como respuesta a la misión que el Señor le va encomendando a los miembros de la familia religiosa.

Dimensión sagrados-corazones.- Da cuenta de la identificación con la espiritualidad de la congregación y con los elementos esenciales de la tradición congreganista.

5. Contenidos y pistas pedagógicas.
           
Hemos estructurado el Proyecto en base a objetivos generales, a contenidos y a pistas pedagógicas, para cada una de las etapas de la Formación Inicial.

Los objetivos generales expresan el sentido de las etapas. Señalan hacia dónde se apunta con cada una, y que es lo central en ella.
Los contenidos, son aspectos del crecimiento que hay que desarrollar; son hábitos, actitudes, comportamientos o aprendizajes, que es necesario adquirir para lograr la madurez humana y espiritual necesaria para consagrarse definitivamente como religiosa de los Sagrados Corazones.
           
Las pistas pedagógicas son medios que se sugieren, entre otros muchos que existen, pero que son de fácil acceso y que pueden estar en todos los proyectos comunitarios de las comunidades de formación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario