Ad experimentum
Lima, Septiembre 2008
CONTENIDO
INTRODUCCIÓN.
A MODO DE FUNDAMENTO:
En la Iglesia de Latinoamérica:
1. La opción por los pobres y la inserción
2. La Inculturación
3. Historia de la vida – historia de
salvación
4. María y la mujer
5. La fraternidad ss.cc.
6. La formación pastoral
EL PROCESO DE FORMACIÓN INICIAL:
Aspectos Generales:
1. La Formación como dinámica de
Conversión.
2. Un proceso gradual.
3. Un camino acompañado.
4. Las dimensiones del crecimiento
5. Contenidos y pistas pedagógicas.
I. UNA ETAPA PREVIA… EL DISCERNIMIENTO
VOCACIONAL.
CRITERIOS DE ADMISIÓN AL PRENOVICIADO.
II. PRENOVICIADO:
Dimensión Personal
Dimensión Espiritual
Dimensión Comunitaria
Dimensión Misionera
Dimensión Carisma SS.CC.
CRITERIOS DE ADMISIÓN AL NOVICIADO.
III. NOVICIADO:
Dimensión Personal
Dimensión Espiritual
Dimensión Comunitaria
Dimensión Misionera
Dimensión del Carisma ss.cc.
CRITERIOS DE ADMISIÓN A LA PROFESIÓN
TEMPORAL.
IV. ETAPA DE VOTOS TEMPORALES:
Dimensión Personal
Dimensión Espiritual
Dimensión Comunitaria
Dimensión Misionera
Dimensión del Carisma ss.cc.
RENOVACIÓN DE LOS VOTOS.
PETICIÓN DE LOS VOTOS PERPETUOS.
PREPARACIÓN A LA PROFESIÓN PERPETUA.
INTRODUCCIÓN
El
Proyecto de Formación Inicial que presentamos, responde a una petición
insistente hecha por las Asambleas de la Conferencia desde hace varios años. El
objetivo es tener un documento que unifique los procesos formativos de las
diferentes Provincias, los potencie gracias a las aportaciones y experiencia
del conjunto de formadoras, y asegure una mejor secuencia entre las distintas
etapas. Se quiere con ello, facilitar la dinámica de intercambios, y los
proyectos de colaboración e interdependencia que tiene actualmente nuestra
Conferencia.
El
documento es el fruto de muchos años de acercamiento entre las formadoras de
América latina, y de búsqueda en común. Ya en el año 1999, cuando se realizaba
el III Encuentro Latinoamericano de Formadoras SS.CC., en Medellín, mientras
estudiábamos las Orientaciones para la Formación Inicial que el Gobierno
General presentaría al Capítulo General del año siguiente, se estaban echando
las bases para tener Planes Comunes, con acentuaciones y opciones propias a
nuestra realidad de Conferencia. El Encuentro siguiente (Malloco’2004), los
consideró expresamente, cuando trabajamos los elementos para un Itinerario formativo
que consideraba todas las etapas. La
Comisión de Formación Inicial de la Conferencia presentó una Propuesta de Plan
de Formación Inicial – Etapa Prenoviciado, a la Asamblea de la Conferencia de
Brasil’ 2005, y en Mayo del 2007, el V° Encuentro de Formadoras reunido en
Santiago, terminó de plantear los temas para el documento, y le encomendó a una
comisión su redacción definitiva.
El documento es, por lo tanto, el resultado
de un trabajo largo, hecho en varias etapas, y en el que han participado muchas
formadoras de la Conferencia. La manera como se fue realizando garantiza que el
resultado final es fruto de búsquedas en común, y recoge experiencias variadas
de la realidad que vivimos en el día a día acompañando la formación de las
jóvenes, en nuestras Provincias de América latina.
El Proyecto no pretende ni suprimir ni
reemplazar las Orientaciones para el Discernimiento Vocacional y la Formación
Inicial que aprobó el Capítulo General del año 2000, para toda la Congregación.
Muy por el contrario, estando éstas vigentes, se han considerado válidas y
actuales, y están a la base de este trabajo. El querer precisar algunos
aspectos, adaptarlos mejor a nuestra realidad más propia y, a veces, poner
algún acento particular, no hace sino resaltar la amplitud y la validez que
ellas tienen.
El documento que presentamos es un
instrumento que dejamos en manos de las formadoras de la Conferencia para que
junto con las Orientaciones Generales de la Congregación, se evalúen, se
organicen y se programen las etapas de la Formación Inicial, en las Provincias.
Creemos que ello es un aporte a la comunión, y que favorecerá la colaboración y
la interdependencia como la vivimos actualmente. El anhelo profundo, como se ha
ido expresando en todas las instancias interprovinciales, es mejorar la calidad
de nuestra Formación Inicial, y lograr a través de lineamientos comunes, que la
internacionalidad y la interculturalidad, que vivimos cada vez con más fuerza
entre nosotras, no sean un problema o una dificultad insalvable, sino un
desafío que podemos transformar en la mayor riqueza de nuestra Conferencia.
La Comisión
A modo de FUNDAMENTO
La Mujer Creyente Consagrada a los Sagrados
Corazones
El
Capítulo General del año 94 ofreció a las hermanas de la congregación un Perfil
de la mujer religiosa Sagrados Corazones que se elaboró con la reflexión y el aporte
de todas. Casi quince años después, creemos que aún nos ayuda para fijar la
mirada, cuando estamos pensando en la formación inicial, porque de allí surgen
requisitos, características y exigencias que hay que tener en cuenta, durante
el proceso de crecimiento de una mujer que se está preparando para pertenecer a
nuestra familia religiosa.
En el año 2004, el IV Encuentro de
Formadoras ss.cc. de A.L. retomó ese perfil, con el objeto de buscar acuerdos
para la Formación Inicial, unificar el lenguaje y determinar criterios comunes.
En esa oportunidad, se trabajó en tres pasos intentando explicitarlo, en
función de ir formulando Planes de Formación para las Provincias y comunidades
de América Latina.
Entonces, se elaboró:
- Una
caracterización de la mujer creyente
- Que
está consagrada por los votos religiosos
- En
la Congregación de los Sagrados Corazones
Somos
conscientes de los riesgos y las limitaciones que tiene todo
"perfil", a la hora de confrontarlo con la realidad concreta de
cualquier persona. Él marca un "ideal" que difícilmente podemos
alcanzar. Nos orienta, sin embargo, porque nos señala una dirección y una meta.
En este caso, nos dice hacia dónde apuntar con la formación y nos ayuda a
formular los objetivos del crecimiento personal y religioso para las mujeres
que se están formando en nuestra Congregación. Por ello hemos creído
conveniente fundamentar este Proyecto con ese trabajo anterior. Allí tenemos el
modelo de mujer consagrada que queremos formar en nuestra congregación.
Una Mujer Creyente es una mujer que
habiendo tenido una experiencia de encuentro con Jesucristo como el Señor de la
Vida, ha optado por seguirlo en la comunidad de los creyentes. Ella hace la
opción de vivir al estilo de Jesús desde su realidad personal, familiar y
social. Asume y vive su propia capacidad creadora y generadora de vida con
alegría y disponibilidad, y se apronta a caminar en actitud abierta y
comprometida tras las huellas del Maestro.
Es una mujer que, de acuerdo con su edad y
madurez psicológica, ha iniciado un camino de autoconocimiento, aceptación y
valoración de sí misma. Descubre su historia como el lugar del encuentro con el
Señor y va asumiendo sus limitaciones y debilidades, acogiendo sus valores y
fortalezas, y desarrollando sus potencialidades, en un camino progresivo de
maduración y crecimiento humano.
Agente de su propio crecimiento, va
integrando todas las dimensiones de la vida –psicológica, afectiva, religiosa,
social, etc. –, con libertad, autonomía y responsabilidad. Desarrolla
relaciones interpersonales abiertas y crecedoras, marcadas por el diálogo y la
interdependencia. Es capaz de compartir con todo tipo de personas, y está
abierta a las diferencias de cultura, edad, sexo e ideología. Se esfuerza en
aprender a enfrentar conflictos, acoger críticas, trabajar en equipo, y hacerle
frente a las situaciones que le son adversas.
Vive y celebra su fe en la comunidad
cristiana alimentando su experiencia de Dios y su sentido eclesial. Comparte la
tarea misionera de la Iglesia, con acciones solidarias concretas que expresan
su capacidad crítica ante la realidad, su compromiso social con los más pobres,
y su experiencia personal del amor de Dios que transmite a los demás.
Consagrada, mediante los votos religiosos,
ha escuchado el llamado del Señor a seguirlo en una familia religiosa, y en
castidad, pobreza y obediencia se ha comprometido con el estilo de vida de esa
comunidad y con su misión para el servicio del Reino.
Su referencia constante es Jesucristo y su
Proyecto, para lo cual alimenta permanentemente su vida espiritual y su oración
con la Palabra de Dios y la Eucaristía, y en espíritu de discernimiento se
mantiene abierta a una continua conversión.
Vive en una comunidad fraterna en la que
comparte su fe, sus sueños y su compromiso cristiano. Desde su opción por el
celibato está abierta a las relaciones humanas libres y liberadoras, vive la
pobreza evangélica en austeridad, comunidad de bienes y solidaridad con los
pobres, y está disponible a la voluntad de Dios mediante la obediencia
religiosa.
Sensible a la presencia de Dios en la
historia, se consagra a la tarea del Reino. Se involucra en la vida de la
comunidad creyente, participa de la liturgia de la Iglesia, y siendo consciente
y crítica ante la realidad social, política y cultural en que vive, expresa su
compromiso con acciones concretas a favor de la Vida, la Justicia y la Paz.
Con identidad Sagrados Corazones, su
pertenencia a la Congregación donde se consagró a Dios, es clara y contagiosa.
Integra en su vida los valores del carisma y las dimensiones de la
espiritualidad ss.cc., y se siente corresponsable con la Misión de la
Congregación.
Tiene una fuerte experiencia espiritual en
su vida que la lleva a contemplar, vivir y anunciar el amor misericordioso de
Dios, que reconoce como el único capaz de liberar, redimir y reconciliar al
mundo.
Vive su consagración dinamizada por la
Eucaristía y la adoración eucarística y reparadora –que asume diariamente como
un ministerio–, y encuentra allí la fuente de su entrega y de su fecundidad
apostólica, en favor del pueblo que sufre. Busca hacer suyas las actitudes y
sentimientos del Corazón de Jesús, y del de María, su madre, modelos de
entrega, obediencia y docilidad al Espíritu.
Se entrega a la Misión Común de la
Congregación, y en colaboración con las hermanas, los hermanos y los laicos
acoge la internacionalidad y la pluralidad cultural con un corazón cada vez más
universal. Está abierta a los cambios y vive en un constante proceso de
formación para responder adecuadamente a los desafíos nuevos que el mundo va
planteando.
En la Iglesia de Latinoamérica
La Iglesia de Latinoamérica ha ido
expresando desde hace varias décadas, lineamientos y orientaciones propias que
se adaptan a la realidad de sus pueblos. Se ha mostrado especialmente sensible
a la pobreza y a las injusticias sociales, a la dependencia económica de sus
países, y a la precaria situación de los pueblos originarios del continente que
no logran insertarse adecuadamente a la sociedad, ofreciendo el aporte propio
de su cultura. Realidad que contrasta fuertemente con la profesión católica de
la mayoría de su gente.
Las orientaciones de la Iglesia
latinoamericana que han quedado plasmadas en los documentos de Medellín,
Puebla, Santo Domingo, y ahora recientemente de Aparecida, desafían
particularmente a la vida consagrada del continente. El III Encuentro de
Formadoras ss.cc. de A.L. reunido en Medellín en el año 1999, haciéndose eco de
esta realidad, determinó seis acentos o prioridades para la Formación Inicial
de la Conferencia. Considerando que la base del trabajo de ese encuentro fueron
las Orientaciones Generales para la Formación Inicial que el Capítulo General
aprobaría el año siguiente, dichas acentuaciones guardan toda vigencia y siguen
siendo prioritarias para nosotras. Nos
ha parecido oportuno, por lo tanto, incluirlas en esta primera parte del
Proyecto como parte de la fundamentación del mismo.
1. La opción por los pobres y la inserción
La
Formación Inicial en América Latina, debe considerar el contexto
socio-político, económico, cultural, y religioso de los pueblos
latinoamericanos, para hacer un aporte
significativo a la evangelización del Continente. Ello implica un conocimiento
crítico de la realidad, y un compromiso radical con la liberación de estos
pueblos empobrecidos.
Debemos tener en cuenta, que la Opción por
los pobres, en este Continente, mayoritariamente pobre y económicamente
dependiente, implica tomas de
postura muchas veces riesgosas y casi
siempre difíciles, pero que se desprenden necesariamente de querer, como Jesús,
asumir la causa de los marginados y excluidos.
El
compromiso con los pobres y oprimidos ha
“ayudado a la Iglesia a descubrir el potencial evangelizador (de ellos),
en cuanto la interpelan constantemente llamándola a la conversión, y por cuanto
muchos de ellos realizan en su vida los valores evangélicos de solidaridad, servicio,
sencillez y disponibilidad para acoger el don de Dios” (Puebla, 1147). En este
mismo sentido, los pobres constituyen un agente de formación, para nosotras,
que en las etapas de la Formación Inicial debemos considerar. Vivir y compartir
con ellos, será la mejor manera de prepararse para la vida de inserción, que es
particularmente estimulada por la Vida Religiosa de nuestro Continente, “para
ser testigos y profetas del Reino, desde la experiencia personal de pobreza y
del seguimiento de Jesús pobre” (CLAR, #
7).
Es necesario que durante su formación inicial, las jóvenes, desde su
experiencia de inserción en medios populares:
Descubran que el compartir con los pobres
es evangelizador para ellas
Que les exige mayor austeridad de vida
Que les llama a asumir su causa de
liberación.
2. La Inculturación
Es
honesto reconocer en este tiempo, que nuestra Congregación en más de un siglo y
medio de presencia en América Latina, no ha logrado implantarse suficientemente
en las culturas indígenas y afroamericanas, lo que le presenta desafíos
inmensos al futuro de nuestra Vida Religiosa en el Continente.
Esta situación, desafía particularmente a
la Formación Inicial, en un momento en que han crecido nuestra conciencia y
espíritu misioneros. La inculturación de nuestra espiritualidad es una tarea
pendiente, que está en manos de las jóvenes que están hoy día en nuestras casas
de formación, y de las generaciones futuras.
Es necesario que la Formación esté
inculturada, en esta realidad multiétnica
y pluricultural de nuestro continente. Que considere los elementos religiosos
de la cultura, (como las imágenes de Dios, y su forma de presencia en la vida,
el sentido de comunidad y de solidaridad, las formas de celebraciones y las
fiestas…), para favorecer el crecimiento
religioso de las jóvenes, desde su propia identidad cultural.
La
apertura a las diferentes culturas, hace posible el vivir en comunidades
internacionales, y favorece el desarrollo del espíritu de Internacionalidad,
propio de nuestra Congregación, y que nos exige una mirada de Iglesia más
universal y misionera.
Es necesario que durante su formación
inicial, las jóvenes:
Asuman su procedencia con gozo y
agradecimiento a Dios
Adquieran la conciencia crítica necesaria
para reconocer las Semillas del Verbo que tiene cada cultura, como también lo
que hay de pecado y que es necesario evangelizar
Desarrollen la sensibilidad misionera,
hacia los grupos culturales más desprotegidos.
3. Historia de la vida – historia de
salvación
Reconociendo
que los jóvenes, son “la población más directamente golpeada por los diferentes
dramas que atraviesan nuestros países: pobreza, desempleo, violencia, droga,
consumismo, migración, desintegración familiar…” (CLAR, # 11),
tenemos que tomar conciencia, de que las jóvenes que llegan a nuestras
casas de formación, muchas veces, traen heridas que es necesario sanar, antes
de su consagración definitiva en la Vida Religiosa.
El ayudarlas a que se liberen de todo
condicionamiento, hace posible su opción libre. Para ello es necesario
privilegiar en su formación personal, la lectura creyente de la propia vida,
para descubrir en ella el paso de Dios.
Esta
mirada de su realidad personal, en actitud orante, acompañada de su formadora,
y a veces, con algún acompañamiento más especializado, le permitirá descubrir
su historia como Historia de Salvación, reconocer la acción liberadora de Dios,
y acoger su amor misericordioso.
Es necesario que durante su formación
inicial, las jóvenes:
Acojan los distintos medios que se le
ofrecen para sanar sus heridas y reconciliarse con su vida
Descubran al Dios liberador desde su propia
experiencia de liberación interior.
4. María y la mujer
Nuestros
pueblos latinoamericanos son especialmente marianos. María es la gran
intercesora, como en Caná de Galilea, Madre, siempre atenta a las necesidades
de sus hijos. “Ella ha representado un
papel muy importante en la evangelización de las mujeres latinoamericanas y ha
hecho de ellas evangelizadoras eficaces… Continuamente les inspira fortaleza
para dar la vida,… encontrar alternativas cuando los caminos se cierran, como
compañera activa, libre y animadora de la sociedad” (Santo Domingo, 104). En la
formación de nuestras jóvenes, María debe estar, con su “presencia femenina que crea el ambiente
familiar, la voluntad de acogida, el amor y el respeto por la vida” (Puebla,
291).
“Las
aspiraciones de liberación de nuestros pueblos incorporan la promoción humana
de la mujer como auténtico signo de los tiempos, que se fortalece en la concepción
bíblica del señorío del hombre creado varón y mujer” (Puebla, 847). Tenemos que
favorecer en nuestras jóvenes, el fortalecimiento de su rol como mujeres en la
Iglesia y la sociedad, y despertar en ellas la conciencia y necesidad de que
las mujeres recuperen el lugar que les cabe en la Iglesia y el mundo,
convencidas de que “en una sociedad donde la mujer tenga lugar, se generarán
sin duda, relaciones sociales fundamentalmente diferentes de las actuales”
(CLAR # 22).
Es necesario que durante su formación
inicial, las jóvenes conozcan y participen en grupos que promueven la dignidad
de la mujer:
Hagan una lectura de la Palabra de Dios,
desde la perspectiva femenina, y relean desde esta misma óptica, la teología,
la pastoral, y la moral…(CLAR # 21)
Descubran en María, la madre que cuida que
sus hijos tengan vida abundante y lleguen a la madurez de la plenitud de Cristo
(Puebla, 288).
5. La fraternidad ss.cc.
La
vida comunitaria, tan propia de nuestro espíritu de Familia, es una presencia
significativa en medio de tanta violencia intra-familiar que hay en nuestro
entorno. Nuestras comunidades fraternas, abiertas y acogedoras, deben
testimoniar la gratuidad del amor que es expresión de la presencia de Dios en
ellas.
Tarea importante, en nuestro Continente “es
una formación permanente de varones y
mujeres en el sentido de la creación de una sociedad de iguales, por la
superación de prejuicios y la construcción de relaciones mutuas respetuosas de
la diferencia” (CLAR, # 97). Nuestra Congregación de hermanas y hermanos, tiene
aquí un aporte propio y específico, que se debe promover desde la formación
inicial, buscando acercamientos y trabajos conjuntos entre hermanas y hermanos,
como un testimonio profético contra el sexismo, el machismo, el patriarcado y
cualquier forma de opresión a la mujer.
Es necesario que durante su formación
inicial, las jóvenes:
Tomen conciencia del carácter evangelizador
que tiene la vida fraterna
Logren crear fraternidades abiertas y
acogedoras hacia la gente que les rodea
Asuman la fraternidad con los hermanos,
como un don y una tarea que debemos desarrollar.
6. La formación pastoral
La Misión propia de la Congregación
le exige a la formación Inicial una acuciosa formación pastoral de las jóvenes.
Es deseable su participación en Comunidades Eclesiales, insertas en la Iglesia
local, con el acompañamiento de su formadora y de alguna hermana o hermano, con
experiencia pastoral.
En sus actividades apostólicas las jóvenes
tendrán que ir valorando la diversidad de vocaciones que en la Iglesia se
complementan, y aprendiendo a trabajar en equipo con los laicos, los hermanos,
y con otros religiosos y sacerdotes, en función de la tarea del Reino.
Es necesario que durante su formación
inicial, las jóvenes:
Asuman sus actividades pastorales como
parte de su formación
Participen
en distintas experiencias apostólicas,
Adquieran la capacidad de trabajar en
equipo.
Realicen cursos y/o talleres de pastoral
que las capacite en diversas áreas
Puebla: III Conferencia General del
Episcopado latinoamericano y del Caribe, 1979
Santo Domingo: IV Conferencia General del
Episcopado latinoamericano y del Caribe, 1992
CLAR: Conferencia Latinoamericana de
Religiosos, XIII Asamblea General, Lima-Perú, 1992
PROCESO DE FORMACIÓN INICIAL
Aspectos Generales
1. La Formación como dinámica de
Conversión.
La Formación Inicial en la Vida Religiosa
es un camino de crecimiento integral que va preparando a la persona para “la
total consagración de sí misma a Dios en el seguimiento de Cristo, al servicio
de la misión”[1]. Ello comprende
todos los ámbitos de la vida, de manera que la persona en formación pueda ir
adquiriendo las actitudes, conductas y contenidos que la vayan transformando,
(configurando) en una persona capaz de acoger la voluntad de Dios, que la llamó
a este estilo de vida.
En ese sentido la Formación a la vida
religiosa se parece más a la conversión que a la búsqueda de la
autorrealización, como podría ser cualquier formación profesional, y requiere
de la docilidad al Espíritu que va modelando por dentro a las personas. Además
supone la libertad ya que la conversión es una cuestión del corazón que no se
puede obligar ni siquiera en función de los mejores comportamientos. El método
formativo tendrá que ser el de la libertad, para alcanzar la persona libre que
se pretende.
2. Un proceso gradual.
La Formación Inicial es un proceso y como
tal tiene etapas progresivas, que en la Congregación son formalmente tres:
pre-noviciado, noviciado y etapa de votos temporales[2].
Cada una de ellas tiene sus objetivos propios, y características que la
distinguen de las demás, pero es sumamente importante que entre ellas haya
coherencia y continuidad.
Podemos hablar de coherencia cuando el
modelo formativo, esto es el conjunto de objetivos y medios para alcanzarlos,
sean claros y consistentes. Cuando el modelo teológico y antropológico de
referencia es el mismo para todas las etapas, y está definido en términos
precisos. Y cuando los medios son verdaderos apoyos pedagógicos para alcanzar
los objetivos.
Hablamos de continuidad cuando está
asegurada la gradualidad al interior de cada etapa y entre ellas, de modo que
cada persona en formación va avanzando paulatinamente hacia la madurez humana y
religiosa, porque los objetivos están dispuestos en un orden lógico y
progresivo.
3. Un camino acompañado.
Este camino se realiza con el acompañamiento
de la formadora y de la comunidad religiosa que son las referencias irremplazables
para que la persona en formación vaya haciendo el discernimiento de su
vocación, profundizando su vida de fe, y desarrollando y verificando sus
capacidades para responder a la vocación religiosa.
El acompañamiento personal es una
herramienta fundamental en la formación a la vida religiosa y por eso cada una
de las etapas tiene hermanas capacitadas y disponibles para realizar este
servicio.
La presencia de la formadora y su encuentro
periódico con las personas en formación, y la entrevista personal como medio
para el acompañamiento personalizado, son condiciones necesarias que deben
estar aseguradas para cada una de las etapas del proceso.
La comunidad es el lugar privilegiado de la
formación (VC 67). Las hermanas se ayudan unas a otras en el conocimiento de sí
mismas, en el reconocimiento de sus egoísmos e inmadureces, y en el descubrimiento
y desarrollo de sus talentos. La comunidad acompaña porque confronta, anima y
corrige. Además, allí se refleja vivencialmente el carisma de los fundadores, y
el estilo de vida religiosa que las personas en formación irán haciendo suyo
paulatinamente.
4. Dimensiones
del crecimiento
Consideramos en este proyecto 5 dimensiones
o áreas de crecimiento: personal, espiritual, comunitario, misionero y
sagrados-corazones[3]. Entendemos,
como es lógico, que la persona es un todo y que las áreas de su desarrollo se
entrecruzan e interrelacionan. Distinguirlas y separarlas es una ayuda más bien
pedagógica que estructura el proyecto de formación, sus objetivos y sus medios.
Pero no debemos olvidar que la madurez de la persona está relacionada
directamente con su capacidad para ir integrando las diversas áreas del
desarrollo y todos los aspectos de su personalidad.
Dimensión personal.- Tiene que ver con la
madurez humana, que empieza con el conocimiento de sí misma, el desarrollo de
sus potencialidades, y la capacidad para asumir su propia vida con autonomía y
libertad.
Dimensión espiritual.- Es la experiencia de
Dios que permite descubrirlo actuando en la realidad concreta, y desarrollar
con Él una relación interpersonal que lleva a vivir en actitud de búsqueda y
conversión permanente.
Dimensión comunitaria.- Es capacidad de vivir
en comunidad, adaptándose a los requerimientos de la vida fraterna y
manteniendo relaciones personales maduras y enriquecedoras.
Dimensión misionera.- Es la capacidad de
salir de uno mismo para entregarse a los demás como respuesta a la misión que
el Señor le va encomendando a los miembros de la familia religiosa.
Dimensión sagrados-corazones.- Da cuenta de
la identificación con la espiritualidad de la congregación y con los elementos
esenciales de la tradición congreganista.
5. Contenidos y pistas pedagógicas.
Hemos estructurado el Proyecto en base a
objetivos generales, a contenidos y a pistas pedagógicas, para cada una de las
etapas de la Formación Inicial.
Los objetivos generales expresan el sentido
de las etapas. Señalan hacia dónde se apunta con cada una, y que es lo central
en ella.
Los contenidos, son aspectos del crecimiento
que hay que desarrollar; son hábitos, actitudes, comportamientos o
aprendizajes, que es necesario adquirir para lograr la madurez humana y
espiritual necesaria para consagrarse definitivamente como religiosa de los
Sagrados Corazones.
Las pistas pedagógicas son medios que se
sugieren, entre otros muchos que existen, pero que son de fácil acceso y que
pueden estar en todos los proyectos comunitarios de las comunidades de
formación.
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